Octubre.

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Cuando vivo octubre, me arropo con más té, flores frescas y paseos largos. Cuando vivo octubre, recojo el aire; y aunque este octubre sea diferente, respiro y me dejo ser. Con mis complicaciones, mis cualidades y los ismos que llevo dentro.

Hace unos octubres, quizá cuatro o cinco, concluí que quería hacer un cambio en mi salud. Tras cuatro años de haber tomado lo que yo llamaba los “happy pills”, decidí que no necesitaba tomarlos más.

Los “happy pills”, o antidepresivos, me ayudaron durante una etapa complicada en mis últimos años de la adolescencia. Me ayudaron, aunque con ellos surgieron inseguridades. Pero me dieron fuerza para seguir tomando pasos en mi recuperación, incluyendo aprender a procesar y a expresar mi vida interior.

Me recuperé relativamente deprisa, no sin complicaciones. Pero después de haber pasado por un tiempo estable, y quizá cuando mi mente empezó a pedirme la siguiente etapa de mi vida, decidí que estaba lista. Me mentalicé. Sabía que la falta de “happy pills” no me haría más fuerte. No es de cobardes tomarlos y no es de fuertes dejarlos. Pero yo quería intentarlo personalmente. Con cuidado y consejo, lo hice.

Años después, veo que dejar los “happy pills” no es lo que me ha hecho fuerte. Fue el paso adecuado para mí, pero no fue el punto de cambio. Lo que sí me ha hecho fuerte ha sido cuidar de mis pensamientos. ¿Cómo vivo las subidas? ¿Cómo vivo los bajones? He sentido miedo, enfado. Pero también he sentido paz y alegría.

Sigo aprendiendo a cuidarme. A darme tiempo, a descansar. Sigo aprendiendo a soltarme. A ser más honesta, a quererme y a dejarme querer. Íntegra, no en partes. En proceso, no a escondidas.

Y sigo viviendo octubre, recordando quien fuí y prestando atención a quien soy.